lunes, 29 de abril de 2013

Novedad Biblioteca Vicente Núñez: El fervor y la melancolía:


TÚA BLESA | Publicado el 20/09/2007 |  
Con toda razón subtitulaba Guillermo Carnero en 1976 su El Grupo ‘Cántico’ de Córdoba con la frase reivindicativa “Un episodio clave de la historia de la poesía española de postguerra”. Y es que fue, en efecto, clave, pero esa valoración tiene la fecha indicada y es, por tanto, tardía respecto a los años de existencia de la revista que dio nombre al grupo, 1947-49 y 1954-57, tiempo en el que no se vio como clave ni mucho menos, pues la estética dominante en aquellas décadas, el realismo social excluía todo lo que tuviera que ver con lo que pareciera venir del simbolismo y la vanguardia -siendo pertinente en este caso lo primero y más escasamente lo último-.

Que fuera Carnero quien escribió el primer estudio de entidad sobre aquel episodio es un índice revelador, como lo es también que la presente antología corra a cargo de Luis Antonio de Villena, quien, además, había publicado ya diferentes trabajos -varios prólogos a obras de algunos de estos poetas-. Y es que los poetas novísimos procedieron a una reordenación de la tradición, según el mecanismo que T. S. Eliot había advertido que sucedía en el devenir literario, y Villena da aquí noticia no sólo de lo que fue su interés personal por los libros y los poetas de “Cántico”, sino que fue un fenómeno más general y cuenta, por ejemplo, cómo Gimferrer conectó con Ricardo Molina en 1968, cuando estos autores vivían en el olvido y, “aunque tarde”, como escribe Villena, “el Grupo ‘Cántico’ triunfó”.

Cántico reunió a Juan Bernier, Ricardo Molina, Mario López, Pablo García Baena y Julio Aumente, presentes, claro, en esta antología, en la que Villena añade a Vicente Núñez, siguiendo la opinión de García Baena. Decisión, aunque discutible, valiente por la comunidad de elementos en su escritura, pese a las indudables diferencias.

Villena subraya la singularidad de “Cántico” en la España de postguerra, con “una peculiar oscilación entre paganidad y religiosidad católica” y hay que coincidir con él en que la revista “sugería -a través de la sensualidad- una opción moral distinta”, que se corresponde con la homosexualidad -opción delictiva en la época- de algunos de estos poetas. Por ello resulta tan oportuna la valoración de que se trata de “una poesía mucho más reivindicativa de lo que parece, porque se sitúa al margen de la mayoría moral”.

Las valoraciones críticas de Villena, siempre ajustadas, parecen por momentos sobrepasar los objetivos de la crítica y hacen pensar en el Villena narrador, no en vano algunos de los poetas acaban pareciendo más que otra cosa personajes de su mundo narrativo, fruto, entiendo, de la simpatía de Villena hacia ellos y que prestan un tono singular a las notas biográfico-críticas.

A treinta años del trabajo y antología de Carnero y casi veinte de la que preparó Julio Calviño, es clara la oportunidad de esta antología que alcanza a las publicaciones más recientes. Pero no menos justifican esta antología los textos de estos seis poetas, pues el lector encontrará en ellos poesía genuina. Hay siempre un cuidadoso uso del lenguaje y también un notable sentido del ritmo del verso, vehículos que sirven para dar voz a un cántico de los goces de la vida, del erotismo o amor en particular, lo que no impide, sino que se conjuga en ocasiones con lo elegíaco, aunque no falten tampoco poemas de contenido social. De modo general, actualizan estos textos una estética culturalista, tanto con presencia de dioses y mitos clásicos, como de figuras del cristianismo, reescrituras de la tradición.

Y, en fin, bastarían los poemas de García Baena o Núñez, sin que desmerezca el resto, para saludar con júbilo la aparición de esta antología.

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