Cuando todo concluya y en la tarde postrera
acudas a mi encuentro inalcanzablemente.
Cuando de la divina palidez del crepúsculo
te incendies y te arrases de amarguísimas lágrimas.
Cuando me funda al beso de la muerte contigo
rompiendo las fronteras de tu vida a mi vida.
Cuando todo sea inmenso como lo son tus ojos
te adoro por encima del mundo y las estrellas...
Cuando nada concluya. ¡Cuando todo sea eterno!
(Ocaso en Poley, 1982)
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